lunes, 24 de mayo de 2021

Feria - Ana Iris Simón


Que os voy a contar de este libro, me ha encantado. Diferente, refrescante, "al pan, pan y al vino, vino", habla de valores sin tapujos, con claridad y transparencia. Días después de terminar la novela mirad lo que me encuentro: https://www.youtube.com/watch?v=QDtdo-sV7To con esta facilidad con la que habla, se expresa, así es su libro, es ella.

Ana Iris recorre su vida desde su infancia y escribe un relato en el que ella es la narradora y la protagonista, retrata a toda su familia con unos trazos muy marcados y muy característicos. Nos da una visión de su mundo, que es el nuestro visto desde una joven de 29 años procedente de un entorno rural, comunista y ateo.

Eso si, es lenguaje es un poco burdo. Aviso porque esto puede herir y desagradar según las diferentes sensibilidades. Pero lo que es cierto es que te hace una radiografía de muchos millenials que pasan a nuestro alrededor cada día.

Sinopsis

«Tendré que llevarte al cerro de la Virgen y tendré que decirte que eso es La Mancha y que 
es de esa tierra naranja de donde venimos, que ese manto de esparto que no acaba nunca
es lo que eres. Tendré que explicarte lo que es un Pueblo y sabrás que el nuestro está
atravesado por tres realidades: la ausencia total de relieve, el Quijote y el viento. Tendré 
que recordarte que eres nieto de familia postal, bisnieto de campesinos y feriantes, 
tataranieto de carabinero exiliado y de quincallera, y que sientas entonces que eres heredero 
de una raza mítica».

Ana Iris creció escuchando a sus abuelos el relato de dos mundos que se desvanecen. 
Unos, feriantes, quejándose de que cada vez tenían más trampas y menos perras, porque 
a medida que la vida se convertía en una feria —la de las vanidades—, la auténtica feria 
dejaba de tener sentido. Los otros abuelos, campesinos, le transmitieron el arraigo mágico 
de la tierra. Y fue ese abuelo el que la llevó un día a un almendro y le dijo que lo había 
plantado él, así que pa ella era su sombra.


Feria es una oda salvaje a una España que ya no existe, que ya no es. La que cabía en la 

foto que llevaba su abuelo en la cartera con un gitano a un lado y al otro un Guardia 

Civil. Un relato deslenguado y directo de un tiempo no tan lejano en el que importaba más 

que los niños disfrutaran tirando petardos que el susto que se llevasen los perros. También 

es una advertencia de que la infancia rural, además de respirar aire puro, es conocer la 

ubicación del puticlub y reírse con el tonto del pueblo. Un repaso a las grietas de la 

modernidad y una invitación a volver a mirar lo sagrado del mundo: la tradición, la estirpe, 

el habla, el territorio. Y a no olvidar que lo único que nos sostiene es, al fin, la memoria.

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